martes, 12 de abril de 2011

La Mojana: Territorio del Agua


La Mojana: territorio del agua

La tragedia invernal tiene un ángulo que no se ha mencionado: representa también el desconocimiento que hay sobre el eficiente sistema de irrigación que los indígenas Zenú mantuvieron en el delta de los ríos Sinú y San Jorge hasta el siglo X en la región conocida como La Mojana, donde también confluyen los ríos Cauca y Magdalena.
Cuando los conquistadores españoles avanzaron por esta región en el siglo XV, hacía quinientos años que los Zenú habían desaparecido. Los Malibú, la etnia que usufructuaba la eficiente obra de ingeniería que había dejado de tener mantenimiento desde esa época remota, disfrutaban de la feracidad de la fauna, la flora, la agricultura, la caza y la pesca que ofrecía “naturalmente” el sistema, al permitir conducir rápidamente las aguas hacia las ciénagas y humedales y conservarla almacenada durante la estación seca, al final de la cual los lodos y sedimentos depositados al fondo de los canales se movían sobre las terrazas, para conservar y aumentar su nivel y aportar nutrientes a los cultivos, dejando listos los canales para la estación de lluvias.
Desgraciadamente los conquistadores -que venían a otra cosa- tampoco se dieron cuenta de la maravilla de obra de ingeniería que había bajo sus botas. Tampoco Humboldt la vio, aunque él vino a observar con espíritu científico. Sólo hasta los años sesenta del siglo pasado los antropólogos Gerardo Reichel Dolmatoff y Alicia Dussan de Reichel hicieron alguna mención del sistema. Pero finalmente fue el geógrafo norteamericano - colombianólogo de corazón y conciencia- James J. Parsons quien describió y fotografió desde el aire la monumental obra de ingeniería Zenú, que por supuesto ya padecía de mil años de abandono y su consecuente colmatación, es decir, la acumulación de abundante volumen de sedimentos en los canales durante más de diez siglos.
Cuando iniciaba mi carrera de arquitectura, la arqueóloga Ana María Falchetti me regaló el libro de Parsons "Los campos de cultivo prehispánicos del bajo San Jorge". Desde entonces supe que había que rescatar esa obra de la antigüedad. Lo intenté en 1998 con la solicitud de una Beca al Ministerio de Cultura para "sensibilizar los estamentos en la aprobación del Proyecto de Ley que facilite la recuperación de los canales de riego y terrazas de cultivo en el delta del río San Jorge dentro de parámetros arquelógicos y de sostenibilidad ambiental”. Hace unas semanas, el ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo anunció su voluntad de reconstruir el sistema de irrigación precolombino en La Mojana, gracias a las bondades que ofrece para el manejo de las inundaciones cíclicas de la depresión.
Es una oportunidad única de recuperar para la nación y sus gentes un territorio que abarca 560.000 hectáreas, un territorio capaz de convertirse en la primera región del país. Valga esta tragedia y la necesidad de desalojar este “territorio del agua” por los riesgos a que están expuestos estos colombianos para crear allí un parque arqueológico productivo mediante un Proyecto de Ley que reserve esta comarca de unos 110 km de largo por 30 km de ancho en los municipios de Ayapel (Córdoba), San Marcos (Sucre), Sucre (Sucre) y San Benito Abad (Sucre), para resolver de manera definitiva el manejo de las crecidas, crear un emporio de riqueza biológica, llevar a cabo una política de reasentamientos humanos y el desarrollo de un nuevo modelo agrario.
El segundo reto sería sin duda zanjar de alguna manera la resistencia que un proyecto de esta magnitud puede generar entre los gamonales y terratenientes ganaderos, al imponer restricciones sobre el uso y adecuación de la tierra. Pero la sabiduría ancestral de permitir el libre curso del agua, contrapuesto a la imposición por la fuerza de grandes diques en concreto que finalmente sucumben ante la fuerza imbatible del agua, es la mejor apuesta que se puede hacer, pensando en especial en beneficio de las comunidades de la zona. La reconstrucción del sistema con los recursos tecnológicos actuales y la garantía de que la población damnificada participe en esta, aseguraría un ingreso fijo durante el proceso de reconstrucción y una participación equitativa en el nuevo modelo agrario.

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